sábado, 23 de diciembre de 2017

Breve relato navideño



Era fría noche cerrada. En la esbelta torre de la iglesia, las cigüeñas se cobijaban en sus grandes nidos y la luna por fin asomaba en el cielo estrellado. Un joven muchacho con abrigo oscuro regresaba de encontrarse con amigos queridos del alma, amigos que no visitaba hacía mucho tiempo. Caminando por aquel pueblo, sus pasos firmes le llevaron hasta la puerta de una antigua casa que aún guardaba en su memoria más lejana porque era la suya, la de siempre, la que le vio crecer. Antes de cruzar el zaguán, quiso llenarse una vez más del cálido olor a brasero de cisco mezclado con romero que perfumaba la estrecha calle engalanada con blancas fachadas y vistosas rejas en sus ventanas. Sin sospecharlo, creyó por unos segundos que su propia historia volvía a comenzar tal cual una vez la conoció. ¿Quizá estaba siendo así?

Sin dudarlo, entró y fue atravesando lentamente el largo pasillo en penumbra que dejaba habitaciones a ambos lados y que también permitía distinguir la claridad de una estancia muy acogedora al fondo. Según iba acercándose, acudían a su pensamiento decenas de encantadores recuerdos sucedidos desde su infancia en aquella casa. Era delicioso retornar a su primera patria. Finalmente llegó a lo que parecía ser un amplio comedor. Allí su sorpresa fue inmensa al encontrar en el centro una gran mesa familiar en la que no faltaba nada para la cena de Nochebuena. Y sentados alrededor de ella, sus padres y su hermano mayor le aguardaban. Resultaba difícil de creer. Los tres tenían un aspecto admirable y sereno. Vestían con especial esmero para la ocasión, como era costumbre desde que tuviera uso de razón. Pero además notó que les rodeaba una luminosidad inconfundible, lo que le hizo reparar en lo extraordinario del momento. Él no dejaba de contemplarlos extasiado, lleno de ternura y amor mientras ellos le miraban con fijeza muy gratamente complacidos invitándole a que se quedara, como no podía ser de otra forma. Casi no sabía qué decir, pero entonces, dos lágrimas cristalinas cayeron por sus mejillas convirtiéndose en las mejores palabras para aquel trance arrebatador. A cada uno se acercó para abrazar y besar con todo su cariño, sin poder dar crédito a lo que allí estaba viendo con sus propios ojos. Era verdaderamente emocionante reunirse con ellos transcurridos tantos años.


A continuación se acomodó en un butacón junto a la mesa y en aquel preciso instante, de súbito, vino con viveza a su mente la estampa de su mujer junto a sus dos hijos. Se dio cuenta de que no estaban con él, no estaban allí. Le faltaban e inevitablemente todo era diferente sin ellos. Sin embargo, ese recuerdo no pudo traerle amarga tristeza, porque estaba felizmente seguro de que se encontraban amparados y acompañados, lo sabía con certeza. Al contrario, sintió que su corazón se llenaba de júbilo y sosiego porque también sabía que muy pronto volverían a estar juntos de nuevo como antaño. Nada lo podría evitar. Sólo tenía que esperarles lo necesario. Todo llegaría y todo se cumpliría. En cualquier caso, la impaciencia no tenía cabida allí porque el tiempo se había vuelto relativo, sin principio ni final. Miró entonces agradecido a su madre y a su padre, y después sonrió con satisfacción a su hermano. Todo estaba bien así. Y así seguiría siendo aquella primera Navidad en los gozos celestiales de la eternidad.


domingo, 3 de diciembre de 2017

Tota pulchra es

2 de diciembre de 2017.

Besamano a María Santísima de la Concepción.

Hermandad de la Misericordia, (Huelva).

"Tota pulchra es, Maria,
et macula originalis 
non est in te."













Nuestro agradecimiento a la Hermandad de la Misericordia de Huelva por el amable trato que siempre nos dispensa.


miércoles, 1 de noviembre de 2017

Por noviembre

Lacra sobre la arena de mis horas ciegas,
tus graves pisadas y amarra poderosa
las manos entrelazadas en el puerto
íngrimo de mis obstinados recelos.
Déjame amar despacio tu largo descanso,
déjame encontrar allí eminente refugio
donde alumbrar con pocas estrofas
lo que desalmado el tiempo nos trajo.


domingo, 15 de octubre de 2017

Playa madre

Camino sobre mis huellas
que son como las suyas
y acaricio las coordenadas
de su geografía diseminada
en la bajamar de arena madre.

Acompaño el vuelo de sus ojos
como blanca gaviota amiga
y titilan mis graves memorias
en añil duermevela mientras
nacen el conticinio y la aurora.




martes, 15 de agosto de 2017

De la noche al alba

La noche trágica se va

por los caminos del alba

sin volver la mirada.


El alma detenida

ante el espanto nacarado

pronuncia las viejas palabras

y sigue despacio la derrota.


De pronto, un cerrar de ojos

que encoge la tristeza

y la vuelca y la funde

con la verdad y la belleza,

como la misma muerte,

sin volver la cabeza.

domingo, 11 de junio de 2017

Microrrelatos (18): Las orquídeas mensajeras

Dicen que siempre las contemplaba embelesado y que no salía de su asombro cada vez que reparaba en los pequeños detalles del hermoso vestido que lucían para la visita anual que le cumplían.

La primera vez llegaron acompañadas de una joven dama del norte sabedora de la enorme desgracia que reinaba por entonces, y esa dama fue la que tan amablemente les presentó. Pero cuando aquel fatalismo sin nombre cesó, ellas mismas decidieron continuar su tarea y con toda su belleza regresaban al mismo lugar y en las mismas fechas para recordarle sin descanso lo que nunca debía olvidar, bajo ningún concepto, pasase lo que pasase.

Dicen que él siempre aguardaba impaciente y que las recibía dedicándoles todos sus desvelos, deseoso de volver a escuchar, una vez más, aquel trascendental mensaje que jamás dejó caer en el olvido. 

      

viernes, 12 de mayo de 2017

Escalera de oraciones

Nadie se lo había dicho nunca, pero siempre comprendió que hay un antes y un después de haber vivido semejante experiencia. Sabía que nada vuelve a ser lo mismo cuando todo ha concluido y no queda ninguno de los suyos en la calle. Esa ocasión fue como las precedentes, como si su propia vida se acabase y milagrosamente volviese a comenzar en un abrir y cerrar de ojos que venía a durar algo más de seis horas. Tiempo de sobra para convocar a solemnidad los más recónditos sentimientos y las más íntimas plegarias con las que tejer un purificador reencuentro con lo metafísico de su pasado, presente y futuro. La fría noche, sabedora de las verdades de cada uno, transcurrió como un hondo y largo suspiro. Como si el novísimo aire inspirado le reformara por dentro hasta las mismas esencias del espíritu, y el viejo aire expulsado alejara para siempre todo lo miserable que era capaz de albergar cual criatura imperfecta nacida de la misericordiosa voluntad del Padre.

Aquella vez, justificadamente apartado de la calurosa compañía de su Madre celestial, como un humilde Nicodemo que se reviste con el pesado  manto de una desconocida incertidumbre, cruzó gravemente la eterna Madrugada portando enérgico y convencido una escalera de madera oscura con la que ayudar honrosamente a iluminar el difícil y tormentoso camino del Señor, pero también con la que elevar sus más puras y preciadas oraciones a la mansedumbre del serenísimo rostro de aquel Dulcísimo Jesús Nazareno. Luz y oraciones. Oraciones para encontrar la luz necesaria. Luz para entender el último sentido de lo que sólo puede conjeturarse más allá de la implorante rogativa.

Foto: Fran Silva

Así atravesó en meditación el inconfundible laberinto de la ciudad hasta llegar a la gigantesca y apabullante Iglesia Catedral donde aguardaba inconmensurable, su Divina Majestad en el refulgente Monumento preparado para el acontecimiento. Allí fue el silencio, el inmutable silencio que parecía como si la faz entera de la Tierra contuviera el aliento hasta sus más abismales confines. Allí fue la doble genuflexión presentando confiadamente el alma ante el supremo Hacedor a modo de respetuoso y reverencial saludo.



Ya de vuelta, recién recogida la misteriosa estantigua en su modesta capilla, cuando pudo volver la vista atrás por primera vez, todavía abrazado al particular recogimiento que le imbuía, y cubierto por la densa oscuridad que invadía las naves, sólo débilmente afligida por las argénteas luminarias del paso del Señor, se detuvo petrificado con los ojos abiertos de par en par al comprobar que a lo largo del camino habían quedado esparcidas, como las sacras cuentas de un rosario de amor, todas aquellas súplicas por cada ausencia de los suyos, todos los ruegos por tantas intenciones, por tanta necesidad, tanto vacío y soledad. En verdad pareciera que no habían subido por aquella escalera como él hubiera deseado, porque allí mismo, después de haber seguido sus pasos con el mayor sigilo posible, permanecían mirándole de pie en la puerta, leales y complacidos, sus seres queridos que ya fueron llamados al cielo, acabando de recoger cuidadosamente las mismas cuentas de sus oraciones para tomarlas como propias y mostrarlas ante Dios; y al fin, para custodiarlas sine die mientras a él se le concediera la gracia de continuar su existencia, la que justamente venía ocurriendo los últimos años, entre el indefectible final de una hermosa Madrugada y el anhelado principio de la siguiente.

Foto: Aguilar Ariza

viernes, 28 de abril de 2017

Jardín de lectura

Tener al alcance de la mano un espacio ajardinado con caminos de albero delimitando parterres ocupados por esbeltas araucarias, palmeras, naranjos, costillas de Adán y dragos, no es cualquier cosa. De hecho, es un verdadero privilegio.


Un lugar relativamente apartado del mundanal ruido, circundado por llamativos pabellones de estilo británico-colonial revestidos de almagre y blanco, en el que cada mañana se dan cita el calor tibio del sol, la sombra de los árboles, la frescura del aire, el vuelo de los gorriones, las urracas y las palomas, y el sonido cuasi hipnótico y relajante del agua manando incansable de la centenaria fuente de los tritones, no puede ser sino un sitio perfecto para disfrutar con los sentidos y el alma. Incluso invita a llevar consigo algo de lectura reposada para complacer alguna que otra demanda intelectual con la que aprender tierras nuevas.



Allí se halla también la mirada serena y observadora de Inca Garcilaso de la Vega mientras Platero –pequeño, suave y peludo- juega con trotecillo alegre, suelto en el prado. Yo creo que apreciar y disfrutar de estas afortunadas pequeñeces es lo que constituye la vida, la verdadera vida. 


viernes, 21 de abril de 2017

Microrrelatos (17): El regreso

Había estado escribiendo a lo largo de varios años con toda  la ilusión por aprender y hacer las cosas mejor que bien. Los artículos nacían casi sin pensarlos, uno detrás de otro. Pero un buen día se dio cuenta de que se había quedado sin palabras, acaso sin renglones que completar. Respiró hondo y contempló el vertiginoso mundo que le rodeaba y supo entender que sólo tenía brazos, manos y amor con los que sostener a quien más amaba, a quien más le necesitaba en aquella hora. No quedaban palabras por escribir. La tarea era otra, y él ya lo sabía.