viernes, 15 de marzo de 2013

Tiempo de pasión

Éstos que vives, no son días cualesquiera. Ya puedes percibir esa turbadora emoción una mañana al sentir la luz tibia posarse en tu rostro o por la tarde mientras te afanas escribiendo con calma bachiana tus próximos renglones. Echas la vista atrás y vuelve a parecerte mentira que haya transcurrido un año desde la última vez que te encontraste con Ellos a la vuelta de una esquina o al cruzar el umbral de un templo recóndito. Es cierto, ha transcurrido un año desde la última vez que sentiste el dulce aguijón que te delata como débil criatura mortal sabedora de su irremediable querencia por la extrema y delicada belleza como camino particular que le conduzca al ansiado encuentro con el Hijo de Dios y su Bendita Madre.

Y es que sin apenas darte tiempo a convocarlos, ves regresar prestos, tantos recuerdos imborrables y a tantas personas que tanto te acompañaron. Regresan tus primeras escuelas cofradieras onubenses que siempre acontecían de madrugada, porque sin saberlo ni proponerlo nunca, la madrugada siempre ha sido tu eterna compañera de penitencias.

Regresa a tu mente aquella vez asido de la mano protectora de tu padre viendo tan de cerca aquel magno palio que venía de lejos para visitar la casita donde vivían en paz unas monjitas piadosas de azúcar tostada y canela. Y con ellas había mucha luz de cera y alguien les cantaba saetas del más elocuente amor.

Regresa la memoria perenne de tu más querido tío de la vida, aquel buen amigo de quien tanto aprendiste en clave de sentimiento con la verdad más pura como emblema. Aquel para quien las lágrimas eran sencillas cuentas de plena felicidad, de la sabiduría más humana y del anhelo por la figura de María. Porque nunca has conocido a alguien como él. Nadie contó las cosas que ocurrían encima de un paso como él porque nadie decía ni entendía estas cosas como él.

Y, en fin, regresa tu primera vez revestido solemnemente con tu mortaja de ruán y esparto, prendidas para siempre cinco cruces potenzadas de gules en el corazón, orgulloso de poder ser devoto continuador del legado y la historia secular, fiel seguidor de quien abraza amorosamente su Cruz de plata y carey, honrado de poder acompañar a su Madre, pura e inmaculada. Con tantos hermanos del alma, tantas letras, tantos sentimientos, tanto incienso y tanto azahar.

Por todo ello y por mucho más, hoy mismo y en este lugar, sabes sin ningún temor a equivocarte, que por fin retorna poderoso el tiempo de la pasión, y tú regresas dichosamente, por el camino más corto, a tu pasión.

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